viernes, 22 de mayo de 2009

El viaje místico II

Pablo salió al exterior y se ncontró rodeado por el mayor vergel que el hombre hubiera visto jamás. Se miró para ver si estaba íntegro y así era, los abdominales ahí seguían, tan magros y enjutos como siempre acordes con el menudo cuerpo del adolescente. Estaba desnudo aunque no tenía frio, sino sentía el agradable picor del sol de primavera. Aquello era precioso, los pajaros se cortejaban y la hierba brillaba como si hubiese sido encerada e inyectada en clorofila.
Levantó la mirada y distinguió la figura de un hombre apoyado en un hombre, muy chulo, comiendo un albaricoque ideal. Llevaba una túnica crema hasta los pies, calzados por sandalias de cuero marrón. Barba recortadita y pelo largo, brillo pantene, liso lanofil. Se acerca a Pablo.
-¿Y quién coño eres tú, Jesucristo?
-Buenos dias, Pablo. Por cierto, ¿qué es eso de coño? Menos mal que creías que era tu mesias, que si no me mandas a la mierda. ¿Qué tal estás?
-¿Qué tal estoy de qué?
-De la intoxicación que te acabas de pillar.
-¿Qué?
-De la ensaladilla rusa esa que te acabas de meter entre pecho y espalda en el chiringuito. Que estaba mala y como eres un egoísta, te la comiste toda. Y aquí estás, flipando.
-Y tú eres Cristo ¿no? y vienes a decirme que vaya a misa.
-Eso lo has dicho tú.
-¿Y ese look?
-Me gusta cuidarme. Mira, piensa lo que quieras. Yo solo soy un producto de tu imaginación, un sueño.
-Jeje, no lo creo, tio. Si lo fuera esto estaría lleno de chicas y coches.
-¿No me digas?

martes, 19 de mayo de 2009

El viaje místico

El gris se tornó en negro ante sus ojos, y el frio y la oscuridad lo envolvieron. Se sintió caer en el vacío absoluto y luego nada. pensamientos confusos cruzaban su mente como la muerte o el coma, repitiendose en las oquedades de su craneo y en los laberintos de su encéfalo como una amenaza, o mejor dicho, como una sentencia inapelable. Pronto, un haz de luz atravesó la amenaza de la total oscuridad y se aproximó a Pablo, hasta que lo atravesó por la cintura, abrasándole las entrañas con un ardor indescriptible, con facilidad también. Pablo sintió miedo; no se había pasado todo el año yendo al gimnasio para que ahora la destrozase los abdominales un fenómeno paranormal por el que Iker GIménez suspira todas la noches antes de dormir. Sintió entonces cómo subío su cuerpo ensartado por el haz de luz, que ahora parecía más bien la barra de una estación de bomberos o la de un bar de carretera. Sube y sube, hacia una luz que cada vez se hace más grande. Y consigue llegar hasta ella, y resulta que no es una luz, sino una entrada por la que el flacucho cuerpo de pablo, a pesar de la matricula en el gimnasio y las clases de artes marciales, pasó con facilidad.
CONTINUARÁ